Todo empezó con un simple memorial de petició n para imprimir un libro firmado por Miguel de Cervantes que fue elevado al Consejo Real de Castilla a travé s de la secretarí a de Juan Gallo y del que el alto tribunal de gobierno empezó a ocuparse el 20 de julio de 1604. El consejero Gil Ramí rez de Arellano fue quien recibió la encomienda de concederle, o no, lo que pedí a y, en consecuencia, quien decidió que Antonio de Herrera realizase su censura, firmada por el cronista el 11 de septiembre y ahora por fortuna recuperada.
El seguimiento de los distintos pasos por los que el manuscrito titulado entonces El Ingenioso Hidalgo de la Mancha se convirtió en las aventuras impresas de Don Quijote de la Mancha entre julio y diciembre de 1604 permite adentrarse en el proceso de aprobació n de textos que era preceptivo para la impresió n de un libro en el Siglo de Oro. Autores y censores, libreros e impresores, encomenderos y secretarios revelan las prá cticas cotidianas en la concesió n o denegació n de licencias de impresió n y en la fijació n de la tasa que hací an una realidad concreta de la compleja normativa en estas materias acumulada desde tiempos de los Reyes Cató licos. Su aná lisis permite conocer mejor la tramitació n de la censura previa en Españ a, mostrando có mo la existencia de evidentes intereses mercantiles en torno al libro o la rivalidad entre quienes eran autores y, al tiempo, censores ayudaron a la construcció n de la moderna repú blica de las letras hispana.