Vivimos tiempos en los que el racismo es de buen gusto. En su pá nico a perder su hegemoní a sobre el mundo, la blancura se radicaliza, abandona su má scara de frialdad y se repliega sobre sí misma, recurriendo a sus fuentes má s aborrecibles. Apoya abiertamente el genocidio en Gaza. Intenta volver a lo que histó ricamente constituyó su matriz: el virilismo, la depredació n econó mica y la desregulació n del mercado que la acompañ a, el racismo, la homofobia y la misoginia, para enderezarse y reafirmar su dominio del mundo. En cambio, todas las demá s civilizaciones se aferran a sus fundamentos histó ricos, es decir, a todos los mencionados anteriormente. Los llamados Estados dictatoriales basan en esos valores su poder y su dominio sobre los pueblos que les está n sometidos. El pueblo los deja en su sitio, concedié ndoles el poder siempre y cuando garanticen la continuidad de esos valores que les son tan queridos. El presente trabajo estará dedicado a la construcció n de una teorí a del racismo.