'El mar es azul pá lido y, aunque los campos todaví a se ven de color tierra parda, por fin empiezan a asomar los primeros narcisos. El invierno se me ha hecho
interminable, pero ahora las ranitas ya está n en plena forma y llenan las noches de su incesante croar. Tambié n me han despertado el cardenal, que, una vez má s, ha
regresado con sus dos esposas, y los gritos estridentes del faisá n macho. Al despertar, me quedo tendida respirando la primavera, escuchando el vago susurro de las olas,
llena de agradecimiento por estar viva.'
May Sarton teje con una mirada cautivadora una oda a la vejez: saborea los placeres diarios de atender el jardí n, cuidar de sus perros y recibir invitados en su amada casa
de Maine junto al mar. Son recuerdos crudos y nostá lgicos, impregnados de esa delicada franqueza poé tica que siempre la caracterizó como narradora y poeta.
May Sarton ocupa un lugar muy especial en la literatura memorialí stica estadounidense. Este nuevo diario empieza el 3 de mayo de 1982, el dí a que cumple setenta añ os. En su casa de Maine saborea la experiencia de estar viva en ese hermoso lugar, reflejada en la naturaleza, los amigos y el trabajo. ' Qué tiene de bueno ser mayor?', preguntan a Sarton en una de sus conferencias, a lo que ella responde: 'Que soy yo má s que nunca'.